
Me pasa a menudo descorro las cortinas de mi pieza y me sorprende la luz. Apruebo lo sorpresivo del caso aún sin entender que la noche no siga ahí afuera. Me cuesta mucho apagar el interruptor. Finalmente lo hago. Sólo consiste la cosa en aceptar que uno no muere cerrando los ojos tan sólo, como quien dijese: con un simple chasqueo de los dedos. Uno ...