
Acerté a coger mi último aliento con mi mano y lo introduje de nuevo en el lugar al que era perteneciente. Mis ojos se abrieron más de lo que tenía previsto, acerté a deslizar el corazón malherido de un animal por debajo de la puerta. Desde entonces, los pocos que se atreven a abrirla ven a un vivo al que no le es agradable devolver ningún ...