
Si yo viviese en san Petersburgo me daría prisa por tener un hijo, le llamaría, no sé, Carrasco y esperaría hasta que adquiriese una razón suficiente para preguntarle quién coño es. ¿Soy tu hijo? No me vale esa respuesta, cabronazo. Quiero que me digas quién coño eres. Voy a simplificarlo: Ya no digo quién sino qué coño eres, hijo mío. ¿Un espermatozoide y un óvulo que ...